Entrevistas

El teatro desnuda muy bien el mundo. No siempre lo aclara ni lo embellece, a veces tan sólo lo expone con su carne cruda por delante o con su penumbra devastadora.

También con un cartucho de risas. Y siempre conviene entenderlo como lo que es: una negociación, un pacto. Magüi Mira sabe bien de qué trata esto. Lleva más de media vida en el oficio de convencer al otro de que puede convertirse por un rato en Fedra, Molly Bloom, Cleopatra, Fenisa... Respirar como ellas.

Gestualizar. Inventarlas. Crearlas. Y luego estamos nosotros: de este otro lado del patio de butacas la vocación es dejarse convencer hasta que el tiempo muera en nuestros brazos. El teatro es una descolocación de las cosas hasta ponerlas todas en limpio, bien seguidas, bien convulsas, bien desconcertadas.

Bien de verdad, de estupor y de asombro. Magüi Mira estudió Filosofía en Valencia y de ahí saltó a los escenarios. Interpreta, dirige, produce. Pero sabe que el teatro auténtico, el texto que sobrecoge, el necesario, lo es a condición de que al final no lo explique todo.

Sucede con esta actriz que tiene un punto de dinamita levantina y un oportuno pabellón de silencio que da contorno de intensidad a lo que mira, a lo que dice, a lo que hace. Es una de las mujeres necesarias del teatro español de las últimas décadas. Con pelo de antorcha y ojos de jaguar.

Este verano regresa al Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Dirige Las amazonas, basada en Pentesilea de Von Kleist. Será del 8 al 12 de agosto. En Mérida resulta muy estimulante sentarse con tanto público a ver, a temblar, a reír, a disfrutar de algo que no tiene nada que ver con los graciosos de la tele.

Pues lo que sucede en una embocadura de escenario es algo muy serio. Una forma de saber vivir mientras se vive. Pues qué otra cosa es el teatro.