Aspiro a ser mejor persona y mejor actriz a cada momento - Por Idoia Ariznabarreta
Magüi Mira es de esas actrices silenciosas que hacen de su profesión una labor de artesanía. Ama el teatro por encima de todas las cosas – la familia no entra en el género de las cosas, aclara-, y tanto es así, que en su profesionalidad aprovecha el día de descanso para hacerse una pequeña operación en Barcelona y regresar rauda y veloz a Euskadi.
Y es que mañana, el sábado y el domingo, después de haber actuado dos días en Vitoria, representa Escenas de Matrimonio, de Ingmar Bergman, en el Teatro Baracaldo, por donde ya pasó con Tres mujeres altas y con La noche de los cristales rotos, de Miller, y de cuyas tablas guarda muy buenos recuerdos”.
¿ Qué tipo de conflictos se plantean en escenas de matrimonio ?
Bergman hace un viaje, genial y perverso al mismo tiempo, valiéndose de una pareja a la que en un principio destroza – emplea el divorcio para ello- y a la que luego, inyectando dosis de madurez y tolerancia, la vuelve a unir como una pareja de amantes. La mirada de Bergman no descansa tanto en el matrimonio cono en las figuras del hombre y de la mujer como individuos. Ese es su retrato.
¿ Una búsqueda de la plenitud dentro de la convivencia, tal vez ?
Eso es, hallar la atmósfera adecuada para que las relaciones entre ambos sexos lleguen a ser totalmente plenas y satisfactorias.
Pero, ¿ existe esa atmósfera ?
Él las distingue con absoluta nitidez. Al Principio, cuando la relación está muy presionada por esos compromisos secundarios, que van desde El Corte Inglés hasta las fiestas de cumpleaños y los suegros, la pareja se ahoga. Una vez que, como amantes, consiguen sacudirse el marketing y la capa familiar, las relaciones pueden ser fluidas, distendidas, totales.
¿ Cualquier cosa por lograr la felicidad ?
Desde luego que no, pero sí es primordial vivir en libertad, respetándose como seres humanos; es entonces cuando el sexo aparece en toda su potencia. Para Bergman eso es lo fundamental porque él rechaza la pareja sin sexo.
Hay quien, desde otra atalaya existencial, opta por la resignación.
Resignarse es morir. Mi personaje, Marian, por ejemplo, experimenta una impresionante regeneración para destruir los pilares de su educación. “Yo nunca pensaba qué es lo que yo quiero, sino qué quiere él que yo quiera”, confiesa ella en un pasaje de la obra, refiriéndose a su hombre. Ahí está la clave de su despertar hacia otros valores, en los que comprueba, de una vez por todas, que también ella existe y que ahí comienza lo más importante de su vida.
Parece muy entusiasmada con su papel. ¿ Tiende a sumergirse en sus personajes de manera pasional o, a veces, recurre a la distancia ?
Dejando a un lado que el trabajo es una vía para ganarse la vida, yo no entiendo el trabajo sin compromiso, me moriría de pena si no pudiera creerme lo que hago. En la medida en que puedo elegir mi trabajo, opto por las cosas que me puedan enamorar, cosas que pueda defender ante mí misma, primero, y ante quienes me rodean, después.
Hay quien se jacta de transmitir sin necesidad de involucrarse.
No es mi caso. Desde el momento en que soy el nexo entre el texto y el espectador, debo creer lo que estoy comunicando, esté de acuerdo o no con el personaje.
¿ Se aprende de ellos ?
Por supuesto. Dese cuenta de que un personaje es como un paisaje nuevo, es una vida, un comportamiento que siempre te aporta algo porque te asomas a la realidad desde otras perspectivas ajenas a ti.
¿ Podría decirse que Magüi Mira atraviesa por uno de sus momentos profesionales más fructíferos ?
No quiero pensar eso porque soy muy ambiciosa y aspiro a ser mejor persona y mejor actriz a cada momento. Una de las mejores virtudes de esta profesión, además de su magia es la necesidad de estar en un aprendizaje continuo y, yo, quiero ser una actriz contemporánea, de hoy. La experiencia hace que te conviertas en un instrumento más afinado, pero también tengo muy claro el poder de la suerte.
Usted tiene algo de actriz hormiga; trabaja, trabaja y trabaja..., y siempre lo hace en silencio. ¿ Cierto ?
Cierto. Cada uno está donde quiere estar. Si yo quisiera esa fama con bombo y platillo, seguramente la tendría, pero aquí es cuando aparece la escala de valores. Hay una serie de cosas para las que mi energía no está, no sirve, sin embargo hay otras –como la vida familiar- para las que está en pleno rendimiento. Es así de simple.
Pero, ese semianonimato voluntario, ¿ no podría volverse en su contra a la hora de los contratos y del reconocimiento final ?
Y se vuelve, seguro. Pero no me lo planteo porque el mundo de la fama no me atrae en absoluto.
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